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Saturday, June 22, 2013

Simplemente 13,514 días vividos

Creyéndome un gran matemático comienzo a hacer un par de cálculos para darme cuenta de una cosa: soy han pasado 13,514 días desde que Dios me brindó la oportunidad de ver la luz de este mundo. Un mundo lleno de grandes e increíbles maravillas. Pero no quiero ver mis días como unos ya vividos y nada más. Quiero hoy, a mis 37 años agradecer tanto y a tantas personas. Quiero hoy, a mis 1,930 semanas y 4 días desnudar mi alma y compartir con ustedes aquellas cosas que han sido significativas en mi vida. Comenzaré con quien por lo regular lo dejamos para lo último: Dios. Mi vida ha sido una llena de bendiciones porque tuve la oportunidad de vivir en un hogar que siempre han amado a Dios sobre todas la cosas y me lo mostraron. Siempre me he sentido atado a su amor. Aún en mis momentos de inocencia y en los más rebeldes siempre he sentido su amor y presencia en mi vida. Recuerdo cómo en el 1998 me puse un tanto rebelde y lamentablemente me las desquitaba con Él, sin merecerlo. Así estuve cerca de 2 años. Tiempo suficiente que Él me permitió para que yo mismo pudiera ver, irónicamente, las grandezas de su amor. Hoy pido perdón a Dios por cada una de las ofensas cometidas y le agradezco las señales que siempre dejó en mi camino en momentos de mayor oscuridad. Siempre las distinguía. Te amo Dios. No cabe duda que en mi vida existe un ser sumamente especial, escogida desde siempre por mi “pana” Dios. Lo más valioso que puede tener un ser humano tiene nombre de luz, vida de fe y compromiso de entrega total sin condiciones. ¿Qué de quién hablo? Sencillo. Les hablo de mi mamá. Si me detuviera a escribir detalle a detalle todo lo vivido, sería faltar a la justicia, porque jamás fui testigo de cada lágrima derramada por mí. Jamás fui testigo de cada una de sus preocupaciones, pero con el tiempo supe que fue así. Comparto con ustedes la grandeza de haber sido el hijo de una mujer única. Ella siempre me contaba que cuando me llevó a casa por primera vez, una fuerte ventolera se desató en casa. Los resultados: un árbol derribado y una lavadora patas arriba. Mi tía, que se encontraba en casa velando porque todo estuviera en orden, predijo que lo que había nacido era algo serio y que iba a ser una persona revolucionaria. Creo que no se equivocó. Recuerdo sus besos, caricias y abrazos. Siempre fui bien apegado a ella. Recuerdo cuando asistí a la escuela por primera vez, todo fue llanto. No podía separarme de mi mamá. Con su sabiduría de madre, me llevaba al baño, me mojaba la carita y me decía: “Respira profundamente tres veces”. Qué acto de magia o poder tenía, no lo sé, lo que sí sé es que dejaba de llorar. Así estuve como hasta tercer grado. Ya a lo último yo le decía: “Ven que quiero respirar tres veces”. ¡Jamás lo podré olvidar! De mi mamá también recuerdo el respeto que siempre tuvo hacia nuestra individualidad de hijos. Siempre nos apoyó en todo. ¡Hoy proclamo a viva voz que mi mamá es la mejor mamá del mundo! (Perdonen mi soberbia.) Creo que por cada madre hay un padre, pues la única que quedó embarazada por gracia del Espíritu Santo fue la Virgen María y hasta donde sé mi mamá no se llama María y me parece que mucho menos virgen después de tres hijos. ¡Qué decir de mi papá! También podría decir muchas cosas. Siempre he sentido hacia él mucho respeto, aunque cuando niño lo que más sentía era miedo. Recuerdo su taller de hojalatería y su rótulo improvisado “No se prestan heramientas” (sí, con una sola “r”). Recuerdo las veces que trabajó de noche. De él heredé mi pasión por la música. Recuerdo también las excursiones a la cueva de Murciélagos. Ellos con guille de cabros y yo con deseos de estar en otro lugar que no fuera subiendo y bajando jaldas y guindas. Lo que sí confieso es que hubiese deseado haber compartido más durante mi niñez con mi papá. Hubiese dado cualquier cosa por verlo más a mi lado en mis momentos de triunfos y fracasos. Me hubiese gustado abrazarlo en esos momentos o que me hubiese consolado. Pero de algo sí estoy seguro y es que su amor por mí no tiene límites. ¿Saben? Yo, ni soy el primogénito, ni el Benjamín de la familia. Fui el jamón del sándwich (literalmente). He sido bendecido con hermanos que llenaron mi vida de grandes alegrías y grandes corajes. De mi hermano mayor puedo contar que fue y es mi admiración. Fue el primero con carro y me dejó guiarlo. Les cuento que ese carro era “estándar” y todavía me duelen los tímpanos un poco de tanto que me gritaba porque no seguía instrucciones. Un día, ya novio de quien es hoy su esposa y mi cuñada, me pidió que les tomara unas fotos muy románticas. Obedecí como casi siempre. Si eran románticas, era obvio que entre esas fotos tenía que haber alguna de un buen beso. Mientras ellos se besaban yo intentaba tomar la foto. Sabrán que les decía que no podía tomarla bien… excusas para que se besaran un ratito más. ¡Así es el amor! De la unión de estos dos seres excepcionales nacieron dos grandes personitas que por lo regular me despiertan los fines de semana con sus embelecos y alegría, con sus vocecitas encantadoras. Y qué les puedo decir del chiquito de casa. Así siempre me refiero cuando hablo de él y la gente piensa que tiene 10 años o algo así y cuando les digo su edad (que es solo 3 años, 8 meses y 19 días menor que yo) se imaginarán la expresión de la gente. Este chiquito me mata con sus ocurrencias. Si ustedes piensan que yo soy payaso, es que no lo han visto a él en acción. Recuerdo como lo sobreprotegía. Un día, cuando cursaba el segundo grado, tomó tierra del patio y trató de tirársela a un compañerito (sí, él es algo serio) y le cayó tierra a una señora. Ella se atrevió regañarlo frente a mí; ja, y que frente a mí. Le dije que no tenía que regañarlo, que para eso yo estaba allí. ¡Qué mal de mi parte! Todo fue por amor. Una de mis más grandes razones para vivir lo es mi ahijado, Cristian Obed. Me convertí en su padrino cuando yo solo tenía 17 años. Ha sido una de las bendiciones más hermosa que ha dado la vida y hoy, verlo conducir, ver que ya no se queda conmigo cuando sus padres salen de viaje, saber que ya es universitario; llena mi corazón de una alegría plena y un orgullo que no cabe en mi pecho. Solo le pido a Dios que lo cuide, lo proteja de todo mal y que recuerde que siempre estaré aquí para él. ¡Dios te bendiga! En la vida de cada ser humano llegan personas que aunque no corre la misma sangre por las venas, no es necesario, pues Dios siempre se encarga de hacer algún tipo de conexión aunque sea por la vena “Quaker” (chiste mongo interno). Han llegado muchas personas a mi vida que me han querido y aceptado tal como soy. Entre cantante, músico, llorona, monja, soñadores, coreógrafa, matemática y empresarios… han llenado mi vida de grandes carcajadas y también, a veces, deseos de salir corriendo. (Ja, ja, ja, ja…) Gracias por simplemente escucharme; gracias. El saber que con lo aprendido en mi recorrido por este mundo puedo tocar vidas y lograr cambios en otros, me hace sentir diferente. Mi profesión como maestro me ha permitido ver cómo los seres humanos evolucionan. Algunos para bien, otros se quedan en el camino (triste decisión), pero ver cada sonrisa, cada abrazo, cada muestra de cariño sincero, y por qué no decirlo, aún los momentos que he deseado coger un cohete y largarme para cualquier planeta, han logrado que pueda decir “vale la pena”. Pero eso ha sido clave en mi desarrollo como ser humano. Gracias por mostrarme las grandezas de la humanidad. Por todo esto, hoy puedo decir: “Confieso que he vivido”. Finalmente, agradezco a mis tías, mis primos, mis vecinos y compadres. Mis amigos, mis enemigos e incluso el contable. A los grandes y a los chicos, a los honestos y atorrantes, a los buenos y a los malos, las vacas y… (¿Qué rimará con atorrante? No sé, invéntalo tú...) ¡Feliz cumpleaños a MÍ!

Friday, February 1, 2013

¡Ay, no sé!

A la verdad que no sé qué pensar: Adán o el mono. Por favor, Daniel, ¿qué te pasa? Total por qué me preocupo si mi fe en Dios es más grande que esa tontería. Me da lo mismo comer arroz con habichuelas que un delicioso guineo maduro.