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Tuesday, September 11, 2007

Suenan las campanas para qué...


Suenan las campanas de la Iglesia de mi pueblo. Suenan anunciando al mundo que el 11 de septiembre de 2001, un alocado y fanático religioso orquestó un plan diabólico en el cual murieron cerca de 2,800 personas. También suenan recordando que otras miles fueron heridas y otras miles sufren en la actualidad desórdenes emocionales. La piel de muchos se les eriza, a otros, lágrimas les brotan como símbolo de dolor y miedo. ¿Pero qué realmente conmemoramos hoy?

En muchos lugares han declarado el 11 de septiembre como el día Internacional de la Paz. ¿De qué paz estamos hablando? Parece que sólo vemos un lado de la moneda. Pienso que las campanadas, las oraciones, los discursos deben ser enfocados a lo que es la justicia. ¿Es hoy un “Día Internacional de la Paz”? ¿Paz de qué? ¿Acaso lo que llaman la “Zona Cero” aún es blanco de ataques, de coches bombas, fuerzas armadas por doquier, asesinatos constantes como orden del día? Yo les diría “sepulcros blanqueados” ¿Qué realidad de un mundo en guerra no entienden?

La “Zona Cero” se recuperó en menos de un año, mientras otros hermanos en Irak llevan 6 años en un suplicio de muerte constante sin poder tener certeza de cuándo todo cambiará. Hoy niños de esos países no conocen otra cosa que no sea la guerra, enfrentamientos entre seres que no saben ni por qué se matan, pero que hay que matar. ¿Terrorismo de qué? Terror a no saber si mañana verán la luz de esta tierra o la luz del mundo sobrenatural, pues esos niños inocentes que mueren ven la Gloria de Dios, de Alá, de Mahoma o de quien sea… La guerra contra el terrorismo es como dar palos a ciegas, pues en realidad es una excusa concreta para librar una batalla abstracta.

Oremos por las víctimas del 11 de septiembre, pero no olvidemos incluir en nuestras oraciones a las víctimas que sufren el dolor de una guerra sin sentido, ni fundamento. Oremos por las almas de los que, sin encontrar escapatoria a sus miedos, deciden terminar con sus vidas y las de los suyos con tal de no sufrir más. Oremos por la conversión de Osama Bin Laden, George W. Bush y de todos los que campean por su respeto intimidado a todo aquél que piensa que es inferior.

¡Qué descansen en Paz!

Saturday, September 1, 2007

Soy un Ave Fénix


¿Quién en su vida no ha pasado por momentos difíciles, momentos en los cuales cree sentirse morir? Creo que a todos nos ha pasado alguna vez. Para una adolescente convertirse en madre soltera sin así desearlo es un gran problema para ella, para un niño que llora porque derramó su jugo en el piso, pensando en que lo pueden regañar también es un gran problema para él. ¿Y quién se atreve decir que el problema del niño es menor que el de la joven embarazada? Para cada ser humano su problema es el más grande de todos. Con este pensamiento, deseo mostrarles uno de los rincones más íntimo de mi corazón.

¿Por qué un ave Fénix? Dentro de la Mitología griega existe una hermosa historia de un ave que, según la leyenda, vivía en el Edén. Cuando Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso, de la espada del Ángel que los desterró, salió una chispa y prendió en fuego el nido del Fénix. Como esta ave fue la única en no comer del fruto prohibido se le concedieron entre muchos dones el don de la inmortalidad. Y así cada vez que se acercaba el tiempo de morir, hacía un nido, ponía un huevo que empollaba y al tercer día el ave se encendía en llamas y, al quedar en solo cenizas, resurgía del huevo y de esta manera era eterna. Así considero mi vida; un constante morir y renacer con más fuerzas que nunca. Muchos han sido los sueños que he tenido, algunos los he alcanzado con la ayuda de muchas personas y otros los he alcanzado sólo, pero siempre con la mirada puesta en Dios.

Hace poco creí morir, quemarme y pensé que ya no resurgiría de las cenizas de mis pensamientos, de mis temores, de mi dolor. Por más que luchaba, no lograba levantarme. Reía como el famoso Garrik, reía por no llorar. ¡Y cómo mentía! Muchas personas que veía en el camino creían que reían conmigo, por el contrario reían solas, mi risa era hueca. Sin embargo, de entre la espesa bruma de las cenizas de mi vida, un rayo de esperanza se posó en mi corazón y el ave Fénix de mi dignidad brilló nuevamente. Nada ni nadie pudo destruirla porque desde siempre he cuidado de ella, como he cuidado de mi alma y Dios cumple sus promesas: Él no abandona a ninguno de los suyos.

Hoy quiero decirles que ya mi sonrisa no es hueca, que le río a la vida con carcajadas llenas de ilusión y comparto la alegría de saberme querido por todas aquellas personas que me tendieron la mano cuando más las necesité. Lo que había perdido realmente nunca lo perdí, porque nunca lo tuve. ¡Soy feliz porque veo día a día el milagro de Dios; mi Vida!